EULALIA DE VALDENEBRO



del pÁramo al desierto

 

UN PROYECTO QUE REVELA EL NEGATIVO DE UNA NUEVA EXPEDICIÓN BOTÁNICA

DEL PÁRAMO AL DESIERTO, 19-21 pide reconocernos como actores en la naturaleza, no como sus dueños, pide reconocernos como parte de ella. Pide un viaje urgente del 19 al 21.

El viaje por los pisos térmicos de Colombia que da origen a este trabajo, registra también la manera de entender la naturaleza que desde el siglo 19 ha formado un imaginario de nación. En él, la posibilidad de los diferentes climas es sobre todo un recurso para ser explotado; la biodiversidad solo se entiende como riqueza infinita, son los cuernos de la abundancia siempre rebosados en el escudo nacional. Este imaginario domina la relación actual con la naturaleza, aunque ya no exista como algo infinito y abundante, aunque solo la veamos intrincada con la vida humana e insista en entenderla como algo separado de ella, algo que la supera. No creo que el siglo 21 tenga una manera de entender lo que pasa. Me temo que no es así, y que el siglo 19 sigue estando vigente.

DEL PÁRAMO AL DESIERTO, 19-21 es una muestra de dibujos y fotografías que recolecté durante varios viajes por los pisos térmicos colombianos. Nueva expedición botánica para la que fui contratada durante el 2009, para hacer, con la ayuda de un naturalista-botánico, una selección de especies nativas de la flora tropical. El trabajo consiste en ilustrar con fines educativos; una naturaleza casi virgen como la que conoció Francisco José de Caldas. Este trabajo se expone en la casa-museo que lleva su nombre en el centro de Bogotá.

Este conjunto de imágenes pretende ser el negativo disgregado de lo identificado en el trabajo para el que fui contratada. Muestra el esqueleto y la enfermedad de esa idealización decimonónica, en donde la naturaleza se piensa como un otro, infinito y abundante. En estos viajes encuentro, por el contrario, una naturaleza ya pisada e intrincada con nuestros hábitos. En los dibujos aparece nombrada, clasificada y sobre todo convertida en datos aislados del paisaje; los dibujos son la prueba de que el trabajo posterior es la construcción de un simulacro. Todos los signos de posesión y dominio sobre la naturaleza, la manifestación disgregada y débil, en total confluencia con la vida humana. No se muestra como un paisaje basto y sublime para ser colonizado o admirado, sino como algo que ya hemos manipulado, algo en plena desavenencia.

Estos dibujos son sobre todo una exclusión de datos, una selección de uno o dos de los aspectos que configuran un ser vegetal. Son dibujos de viaje, apuntes de corto tiempo que dan cuenta del encuentro individual con cada una de esas plantas, una corta relación en donde esas vidas se traducen en líneas y notas de la densidad del paisaje. Proceso abierto e inverso al de la ilustración botánica, que a su vez hace tensión con la densidad de las fotografías. Ellas constatan, por la vía opuesta a los dibujos, también un encuentro individual con eses seres. Denuncian que la naturaleza no es algo separado de nuestras vidas, sino algo de lo que hacemos parte, en lo que estamos profundamente implicados. 

 

X Bienal de Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá.

 
       
 
       
 
       
 


 

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